
A partir de la situación actual de la economía de Nicaragua, en 2023 se prevé que la tasa de crecimiento del producto interno bruto (PIB) real continuará desacelerando para situarse muy cercana a la tasa de aumento del PIB potencial del país, mientras que la tasa de inflación de precios al consumidor general (IPCG) y la tasa de inflación subyacente (IPCS) continuarán desacelerando en una trayectoria inestable.
La fuerte presión inflacionaria en Nicaragua surgió en marzo de 2019 con la reforma tributaria. Después, en marzo de 2020, arribó al país la pandemia mundial de Covid-19 y la inflación cayó desde abril de 2020 cuando la gente se quedó en casa, pero se aceleró en agosto de 2021 con los cuellos de botella provocados la pandemia. Luego, a partir de marzo de 2022 la inflación se ha recrudecido con el conflicto geopolítico-militar entre Rusia y Ucrania.
La inflación ha sido persistentemente alta con dos dígitos desde hace once meses hasta marzo del año en curso, y es lógico que en este año desacelere por el “efecto de base” alto de la inflación observado en diciembre del año pasado. Es decir, los datos de inflación de 2023 se están midiendo sobre cifras elevadas por el conflicto entre Rusia y Ucrania, lo que hace que los nuevos datos perecieran bastante bajos.
Sin embargo, la inflación se ha acelerado a pesar de que los precios internacionales de los alimentos y de los combustibles han disminuido desde el cuarto trimestre de 2022. La trayectoria de la tasa de inflación general de Nicaragua es accidentada y desde abril de 2021 se encuentra en un rango máximo de dos dígitos porcentuales, que es muy difícil de bajar debido a que muy probablemente se ha transformado en una inflación de “base amplia” por el desanclaje de las expectativas inflacionarias de los consumidores y los productores.
Por otro lado, el mercado laboral se encuentra bastante “caliente”, porque la tasa de desempleo abierto estará por debajo de la tasa de desempleo en una situación de “pleno empleo”, pero la tasa de inactividad económica nos presenta un mercado laboral muy “frío” porque más de un tercio de la población en edad de trabajar está en desempleo abierto y no busca trabajo.
Por su parte, el deterioro continuo del poder adquisitivo del salario promedio mensual del sector formal de la economía nos muestra que el mercado laboral esta “demasiado frío” por su continuo deterioro desde junio de 2018, una mala noticia para los trabajadores debido al aumento del costo de vida al haberse reducido la cobertura de dicho salario sobre el costo de la canasta de consumo básico desde noviembre 2018. Pero deberíamos preocuparnos si las empresas comenzaran a incrementar los salarios, que también aumentarían los precios de los productos y haría más difícil el control y la reducción de la inflación.
En ese escenario macroeconómico, que también está condicionado por la desaceleración del crecimiento económico de Estados Unidos en este año, podemos preguntarnos cómo se encontrarán los consumidores y las empresas. Cabe recordar que siempre reiteramos que el crecimiento económico de Nicaragua se logrará a través de la vía de la inversión.
En 2023, el gasto de consumo de los hogares tiende a desacelerarse, no obstante el aumento moderado de las remesas familiares que financian aproximadamente un tercio de dicho gasto, en un momento en que la inversión fija (construcción y maquinaria y equipo) del sector privado intenta superar la caída del gasto de construcción observada en 2022.
En cuanto al gasto del sector público, se reafirma la contribución de la política fiscal al mantenimiento de la estabilidad macroeconómica del país, al congelarse el consumo público y al ampliarse el espacio fiscal para la inversión pública al restablecerse su nivel de ejecución anual observado antes de su fuerte caída del año pasado. El presupuesto nacional registrará un superávit fiscal por segundo año consecutivo y cabe señalar que Nicaragua también está cumpliendo la condicionalidad de que el sector público no está severamente endeudado en términos de producción con sus acreedores externos.
Por otro lado, la política monetaria continuará manteniendo su carácter contractivo para garantizar el aumento de las reservas internacionales administradas por la banca central y asegurar la estabilidad del tipo de cambio, mientras que la política financiera continuará manteniendo una oferta de crédito ya ajustada desde 2021.
En relación con la demanda externa, la desaceleración de la economía mundial y la de Estados Unidos, principal socio comercial del país, provocaría el estancamiento del volumen de las exportaciones de bienes y servicios del país. En otras palabras, el impulsor del crecimiento del PIB Real de este año sería la demanda interna (consumo e inversión).
También esperamos que el PIB Real de este año crezca por tercer año consecutivo y, debido a la gran apertura comercial del país con el resto del mundo, también esperamos que el volumen de las importaciones de bienes y servicios aumenten con un ritmo superior al del PIB Real.
En otras palabras, la economía nicaragüense no se enfriará más de lo que ya está en el transcurso de este año, aunque la demanda interna de bienes y servicios finales continuará siendo menor que la producción interna. A esto debemos agregar la incertidumbre de que la economía estadounidense caiga en recesión económica en el cuarto trimestre del año en curso, lo cual afectaría el desempeño económico del país en 2024. También debemos estar atentos al riesgo de una quiebra de bancos medianos de Estados Unidos (a esta fecha, ya han quebrado Silicon Valley Bank y First Republic Bank), que provocaría al endurecimiento de las condiciones crediticias para los hogares y las empresas.
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