Debemos buscar la normalización de la economía

25 04 2021

Durante el último trienio de caída de la economía de Nicaragua, las microempresas y las pequeñas y medianas empresas (MIPYMEs) han sido las más afectadas, y es bastante probable que sus cifras de producción no están contando la historia completa de la actual recesión económica nicaragüense, que no fue causada por problemas económicos sino por los problemas políticos de abril de 2018, una pandemia mundial de marzo de 2020 y dos huracanes que golpearon el norte de la Región Autónoma del Atlántico Norte (RAAN) en noviembre de 2020.

Aunque desconozco si en Nicaragua han variado los parámetros de clasificación de las empresas por su tamaño, podemos considerar que una microempresa tiene entre 1 y 5 trabajadores, un capital de hasta C$2 millones y un monto anual de ventas hasta C$1 millón; por su parte, una pequeña empresa contrata entre 6 y 30 trabajadores, posee un capital hasta C$1.5 millones y genera ventas anuales hasta C$9 millones; por otro lado, una mediana empresa tiene una planilla de empleo entre 31 y 100 personas, con un capital hasta C$6 millones y un valor anual de ventas de C$40 millones. Si los tres parámetros de clasificación del tamaño empresarial superan a los de las medianas empresas, se entiende que el tamaño de la empresa es grande.  

De acuerdo con algunos análisis económicos que hemos realizado en el pasado, el 40% del producto interno bruto (PIB) es generado por las microempresas y las pequeñas empresas, cuyo número representa aproximadamente el 80% del total de empresas radicadas en el país. Cabe señalar que el 60% del PIB está en manos de las medianas y grandes empresas, y éstas participan con el 20% en el total de empresas.

Sin embargo, el problema estructural del mercado laboral, como es el del subempleo, es mucho más visible en las microempresas, producto de una incipiente tecnología y una insuficiente educación técnica, es decir, de una baja productividad, y más del 60% de los ocupados labora en unidades de producción que no tienen registros contables, no pagan el impuesto sobre la renta ni cotizan la seguridad social. El COVID-19 cerró muchas empresas, especialmente en las actividades de servicios, y creo que a la fecha no se dispone de un estudio que evalúe el impacto de los tres problemas extraeconómicos sobre las MIPYMEs.  

Las estadísticas de la producción de bienes y servicios y las de los precios al productor y al consumidor están deformadas por los “efectos de base”, o sea, porque las cifras económicas de ahora se están comparando con las profundidades a las que nos han llevado las tres causas exógenas a la economía citadas a la entrada de este artículo.

La subida de la producción y de la inflación serán pronunciadas o se acelerarán en 2021 debido a que se están comparando con los meses y los trimestres de 2020, cuando la economía ya estaba deprimida y golpeada por el COVID-19, y también debido a que la demanda agregada comienza a aumentar en este año, al iniciarse la ejecución de los programas y proyectos que incrementarán el gasto de consumo y el gasto de capital del sector público, y que están siendo financiados por la reciente cooperación de las instituciones financieras internacionales, en concepto de asistencia humanitaria, para que el gobierno pueda enfrentar los daños causados por el COVID-19 y los huracanes Eta e Iota.

Las cifras del crecimiento económico y de la tasa de inflación disminuirán en el transcurso de 2022, pero esa tendencia no amenazrá a la economía porque no serán señales de una nueva recesión, sino de la normalización de los niveles de producción y de precios, que en nuestro caso corresponden a los del año de 2017, y hasta después de que se restablezca esa normalidad se podría emprender una vigorosa estrategia económica que acelere tanto el crecimiento del índice mensual de actividad económica como la reducción del índice de pobreza. Todo esto presupone la solución del problema político, el aplanamiento de la curva de contagio del COVID-19 y la protección de la población afectada por el cambio climático.

Los políticos deberían preocuparse de restablecer no los volúmenes de producción máximos históricos, que como dijimos corresponden a los del año de 2017, sino de los niveles de producción o de ingreso por habitante para restablecer efectiva y rápidamente el nivel de bienestar de la población nicaragüense. Si tomamos en cuenta las cifras del PIB y de la población del país recién publicadas por el Banco Central de Nicaragua hasta el año de 2020, el PIB per cápita promedio anual cayó de US$2,156 en 2017 a US$1,914 en 2020, y este último valor es muy parecido al registrado en 2014, que fue igual a US$1,917.

En conclusión, hemos retrocedido 6 años en bienestar económico. Todo esto se vuelve más complicado con las reformas estructurales que se necesitan no sólo para reducir la inequidad en la distribución tanto del ingreso como de la carga tributaria, sino tambien para elevar la productividad laboral o de la economía que es necesaria principalmente en las microempresas y pequeñas empresas del país.

En Nicaragua no ha habido una expansión monetaria excesiva, por lo que el riesgo de una alta inflación no está a la vista, como sí lo está el riesgo del desempleo. Continuando con los datos del BCN, la base monetaria, compuesta principalmente por la emisión de dinero, se ha reducido C$2,651 millones en el primer trimestre, después de haberse expandido C$9,137 millones en el último bimestre de cada año por la estacionalidad de la demanda de dinero.

El profesor Milton Friedman, el gran economista monetarista, dijo que “La inflación es siempre y en todas partes un fenómeno monetario”, pero el BCN continúa manteniendo una política monetaria contractiva que garantiza la estabilidad del tipo de cambio y de una baja tasa de inflación. Al 31 de marzo, el medio circulante o dinero ha disminuido levemente, 0.71%, con respecto a su saldo observado a finales del año pasado, pero a finales de marzo de este año ya estaba influenciado por otra alza estacional de la demanda de dinero que se observa por las vacaciones de Semana Santa. Es fácil pronosticar que la contracción monetaria continuará hasta octubre próximo.

En conclusión, reitero que la recesión de la economía nicaragüense, inducida principalmente por el problema político nacional de 2018 y por el problema sanitario mundial de 2020, está incidiendo en que muchas cifras actuales parezcan ser muy elevadas o bastante anormales, y aparentemente no brindan suficiente información sobre el entorno de la producción y la inflación en 2022. Pero no olviden los “efectos de base”, por lo cual sería mejor tomar en cuenta la tasa de inflación mensual o la tasa de inflación acumulada en el año (de diciembre de 2020 al mes en curso en 2021), antes de preocuparnos con la tasa de inflación interanual (del índice de precios al consumidor del mes en curso con respecto al índice de precios del mismo mes del año pasado).  


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