El estímulo económico de 4 mil millones de córdobas, equivalente a 1% del producto interno bruto (PIB), anunciado la semana pasada por el Banco Central de Nicaragua (BCN), que estará en vigor entre el 1 de julio de 2020 y y el 30 de junio de 2022, corre el riesgo de financiar el gasto de consumo en vez de financiar exclusivamente la actividad económica nacional, o podría ser destinado a la compra de Bonos del Tesoro para financiar el déficit fiscal. Se puede suponer que el BCN no supervisará el cumplimiento del destino exclusivo que tiene este estímulo económico porque su comunicado no lo contempla, pero el BCN debe saber que con la exclusividad del crédito bancario no saldremos del del hoyo económico en que hemos caído.
Tal como lo señalé en un breve análisis de esta medida monetaria en la semana pasada, más importante que el estímulo es el objetivo de la autoridad monetaria de mantener el crédito al sistema bancario comercial en “córdobas”, eliminando la cláusula “con mantenimiento de valor” en su afán de reducir el costo del dinero y, por supuesto, influenciar a las tasas de interés “del mercado” hacia la baja, al disminuir de 5.25% a 4.5% la tasa de interés de los reportos monetarios a plazo de 1 día, e incluso podría disminuirla más, cercana a 1% o 2%, porque está recesión es más profunda que las conocidas después de la Gran Depresión de los años treinta del siglo pasado. El Banco Mundial estima que el 93% de los países ha caído en recesión en 2020, un récord máximo en la historia económica mundial.
Además, el uso exclusivo de este estímulo monetario no se alcanzará porque al shock de oferta causado por Covid-19, con el cierre temporal o definitivo de empresas debido a la suspensión temporal o definitiva de los trabajadores de sus puestos de trabajo, le sigue un shock de demanda por la reducción del ingreso de los agentes económicos -consumidores, empresarios y gobierno-. Impactados por la incertidumbre política desde abril de 2018 y por la pandemia mundial desde marzo de 2020, el consumo y la inversión se han desplomado.
Los economistas sabemos que, en un clima de incertidumbre, los hogares y las empresas tienden a ahorrar lo más que se pueda por temor a lo que se avecina; en otras palabras, la demanda de dinero se vuelve más precautoria. Entonces, producir más en estos momentos en que se acelera la curva de personas contagiadas y la curva del número de personas fallecidas por Covid-19, ¿para qué servirá financiar más producción, para aumentar inventarios de bienes finales después de que han sido reducidos desde 2018? La crisis política local y la crisis sanitaria mundial arrojarán a la pobreza a 386 mil nicaragüenses en el trienio 2018-2020.
Sería más efectivo que el BCN comprara Bonos del Tesoro para financiar el gasto de salud necesario para proteger la vida de los nicaragüenses, con una muy baja tasa de interés y, además, con un plazo apropiado con el apoyo legislativo para que se modifique el requisito de que los bonos deben ser redimidos antes de que concluya el año fiscal en que fueron comprados.
Después de que se frene la propagación del virus, bienvenido el estímulo monetario para apoyar la reactivación de la producción de bienes y servicios, que sea bien diseñado por los encargados de formular la política económica con el propósito de reducir las desigualdades y fortalecer la estabilidad macroeconómica.
Ese estímulo monetario podría tomar en cuenta, primero, la restricción que impone la persistencia de la crisis política, y segundo, la condición de que no tendremos una economía en pleno funcionamiento hasta que empleadores y empleados tengan la seguridad de que no existe un alto riesgo de contraer el virus en las empresas, sin olvidar que Covid-19 ha impactado principalmente a las familias más vulnerables, a las familias pobres, que constituyen aproximadamente el 29% de la población total del país en 2020. Los caminos para salir de las dos crisis extraeconómicas que tiene el país, con sus crisis económicas correspondientes, y aún sin la vacuna contra Covid-19, continúan siendo inciertos.
Además, la economía de Nicaragua, como la de los otros países centroamericanos, México y de algunas islas del Mar Caribe, está muy influenciada por el crecimiento de la economía de Estados Unidos, que, según la Actualización del Panorama Económico Mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI) publicado el 24 de junio recién pasado, caerá 8% en 2020 y subirá 4.5% en 2021. Por otro lado, de acuerdo con el Departamento del Trabajo de Estados Unidos, un poco más de 46 millones de personas -aproximadamente el 28% de la población económicamente activa- han solicitado los beneficios de desempleo.
Por consiguiente, en 2020 la economía estadounidense importará menos bienes intermedios y finales, se desplomará el monto de las remesas familiares y se reducirán en gran forma los flujos de inversión extranjera directa y de turismo provenientes de la primera economía del mundo, y todo esto podría ser peor si el país del norte enfrenta nuevas oleadas de Covid-19. A esto, debe agregarse una decreciente cooperación multilateral al sector público causada por las sanciones financieras de la administración estadounidense.
Creo que tendremos que regresar a un nuevo tipo de normalidad. Impulsar el crecimiento económico de Nicaragua dependerá en gran parte de las políticas fiscales y de las reformas estructurales que persiguen el aumento de la producción de las actividades económicas y la reducción de la tasa de desempleo y subempleo, tales como la ampliación de la infraestructura económica y social, la sostenibilidad de la seguridad social, la precariedad del mercado laboral, la inequidad de la distribución del ingreso, la reducción de los altos costos unitarios de producción, y el aumento de la productividad que abarca la educación técnica, el restablecimiento de la banca estatal de fomento a la producción y la transferencia de tecnología para microempresas y pequeñas empresas, entre otras.
No es el momento de discutir si la recuperación de la economía del país tendrá, para los optimistas, una «forma de V» o “una forma de U”, o para los escépticos si se recuperará en “una forma de W”, o para los pesimistas si se mantendrá en “una forma de L” o en “una forma de |” en el mediano plazo. En este momento, esa discusión es para los banqueros, centrales y comerciales, para establecer los supuestos de los escenarios del comportamiento de las variables macroeconómicas requeridos por las pruebas de estrés financiero y determinar la fortaleza de los bancos comerciales frente a la crisis.
Este es el momento para frenar la propagación de Covid-19; garantizar el consumo de subsistencia para las familias de los trabajadores, formales e informales, que han dejado de percibir ingresos; flexibilizar temporalmente la política de desconexión de los servicios públicos por no pago oportuno; regular los precios de bienes clave en caso de especulación o de acaparamiento; aumentar el gasto de salud pública en insumos y equipos médicos; modificar temporalmente la regulación prudencial de los bancos comerciales con el objetivo de adecuar las condiciones crediticias para enfrentar la pandemia mundial; otorgar períodos de 3 meses de gracia, prorrogables 3 meses adicionales, a todos los deudores que lo soliciten y que califiquen, independientemente de la categoría de riesgo en la que esté clasificado el deudor; y evitar el deterioro de la cartera de préstamos mediante la autorización de la Superintendencia de Bancos y de Otras Instituciones Financieras (SIBOIF) a las entidades del Sistema Financiero Nacional de no disminuir las calificaciones y las provisiones de los deudores al nivel en que se encuentran al momento de la aprobación la resolución.