El continuo cálculo y corrección del pronóstico económico de Nicaragua

26 04 2020

Cualquier dato económico pronosticado para Nicaragua en 2020, en medio de la pandemia mundial del COVID-19, es sólo una aproximación sustentada en premisas y riesgos, tanto externos como internos, que sean realistas y, por consiguiente, válidos. Después viene el cálculo, la corrección y, de nuevo, el cálculo y la corrección, con base en modelos que tienen componentes simples, es decir, matemáticos, y complejos, o sea, econométricos.

En esta evaluación precaria, los economistas no disponemos de la evidencia histórica de casos similares al de hoy y, peor aún, las cifras de la economía nacional son preliminares desde 2016 y son muy escasas las de 2019. Lo que sí es muy real es que las expectativas de los agentes económicos, consumidores, productores, gobierno y comunidad internacional, jugarán un papel crucial en el desenlace económico de este año.

El Banco Central de Nicaragua (BCN) ha guardado silencio frente a los posibles efectos de la violenta recesión económica mundial, muy distinta a las otras de la historia económica moderna, lo cual se puede ejemplificar con la destrucción repentina de 26.4 millones de puestos de trabajo en Estados Unidos, principal socio comercial del país, en el lapso de las últimas cinco semanas. Esto provocará un frenazo en la actividad económica de Nicaragua de este año, que antes de la aparición del COVID-19 era estimada por el BCN con una escuálida tasa de crecimiento de 0.5%.

Aunque no ha existido una cuarentena obligatoria en el país, desconocemos cuán profundo ha sido el distanciamiento social emprendido por empresarios y trabajadores, que está golpeando duramente a las actividades de comercio, hoteles, restaurantes, minería y construcción de viviendas y edificaciones. Sin embargo, estimo que la tasa de caída promedia trimestral de la producción de bienes y servicios de Nicaragua en 2020 se aproximará, con nuestra observación empírica de hoy, a 1.39%.

De algo estamos seguros: en este año habrá una caída generalizada en todas las actividades de producción de bienes y servicios del país, probablemente excepto en la actividad de la salud, productos alimenticios y de higiene personal y del hogar, y comunicaciones. Otra discusión para 2021, siempre que el coronavirus sea frenado, será si la recuperación económica tendrá una forma acelerada V, o una lenta y compleja U, o una fastidiosa L o una muy rara W.

No debemos olvidar que para que el país produzca más necesita importar más bienes y servicios, pero en estos momentos es más difícil el acceso al dólar por las estrepitosas caídas de las remesas, la inversión extranjera directa y el turismo extranjero, y también por las sanciones financieras internacionales. A pesar de la crisis, tenemos la fortuna de no perder más reservas internacionales por la menor factura de petróleo y sus derivados, dada la caída de su precio internacional por el desplome de la demanda de hidrocarburos que es provocada por la recesión económica mundial.

El mercado laboral nicaragüense ya está resintiendo los golpes del COVID-19, principalmente en microempresas y pequeñas y medianas empresas que pertenecen al sector servicios. Con la caída del PIB anual de 5.4% pronosticada por COPADES para 2020, el empleo continuará deprimido y el desempleo será mayor especialmente en el sector informal, que aglutinará un mayor porcentaje de ocupados que no laborará las ocho horas diarias que ordena el código laboral. Hay pérdida de empleo formal frente al shock de oferta que generó el COVID-19. Al sumar los números de desempleo abierto y desempleo equivalente relacionado con el subempleo, prevemos que 198 mil personas ingresarán en este año al ejército de desempleados, lo que totalizaría 1 millón 274 mil personas que no generan ingresos en el país.

Y en cuanto a la inflación, no se acelerará por la drástica caída de la producción y de las importaciones, el menor gasto de consumo e inversión del sector privado, el menor volumen de exportaciones, la menor tasa de inflación importada y la baja tasa de deslizamiento anual de 3% del tipo de cambio oficial, aunque la caída del precio del petróleo no se ha hecho sentir en los precios de los combustibles y de la energía eléctrica. Además, el gobierno ha mantenido un control eficiente de la emisión de dinero, que se observa con la política monetaria restrictiva imperante desde hace varios años.

En vez de inflación, podría haber deflación. Las expectativas inflacionarias y salariales se reducen y se enfrían en una economía tremendamente golpeada por un gran de shock de oferta, pero los costos de producción se han elevado por las altas tasas tributarias, que restan liquidez a los agentes económicos, y por las altas tasas de interés, que han hecho más difícil el acceso al crédito, aunque se reconoce el gesto reciente del BCN de proveer reportos o líneas de crédito de corto plazo a la banca comercial en córdobas sin mantenimiento de valor, otra señal que parece estar encaminada al proceso de desdolarización de la economía.

Sin embargo, cuando se dé la recuperación económica, cuando los economistas propongan las sugerencias para resolver el shock de demanda una vez frenada la expansión del coronavirus, se podrá observar una mayor laxitud monetaria y una expansión del déficit fiscal, y se aceleraría la tasa de inflación. Será necesaria la reactivación de la demanda interna, o sea, el consumo y la inversión, que estará muy contraída en ese momento futuro aún incierto, que exigirá reabrir o recrear empresas que hayan desparecido durante el shock de oferta, y todo esto también exigirá prudencia al BCN en la implementación de un proceso de normalización monetaria.

Con el desconocimiento de la presión inflacionaria acumulada en el primer trimestre de 2020, que seguramente ya fue estimada por el BCN, pronosticamos una tasa de deflación anual de 1.91%; en otras palabras, el nivel de los precios al consumidor tendería a disminuir 1.91% en este año. No se observan condiciones objetivas que hagan subir los precios al consumidor. Se observa un estricto control de la oferta de dinero que impide la ampliación de la brecha promedio actual de 0.63% entre el tipo de cambio de venta del dólar en las ventanillas del sistema bancario con respecto al tipo de cambio oficial, la reducción de 73% del precio del barril de crudo WTI en el primer cuatrimestre del año en curso y el no muy elevado coeficiente de inflación inercial de 0.54 que representa las expectativas inflacionarias de los agentes económicos.

Nicaragua, en esta crisis, aún no tiene graves problemas del saldo y del servicio de la deuda pública externa. El saldo de la cuenta corriente de la balanza de pagos ha sido superavitario en estas condiciones extraordinarias, explicado por el desplome de las importaciones en 2018 y 2019, pero en 2020 tiende a ser igual a casi el 0% del producto interno bruto (PIB), porque la nueva caída de las importaciones estará acompañada de una fuerte caída de las remesas.

Así, no habrá necesidad de buscar un gran endeudamiento neto del saldo de la cuenta corriente y de la cuenta de capital de la balanza de pagos, pero se requiere el apoyo financiero, por supuesto con recursos externos, para el gasto corriente y el gasto de capital del presupuesto nacional necesario para frenar la propagación del coronavirus y, además, mantener una adecuada posición de las reservas internacionales administradas por el BCN que asegure la estabilidad del tipo de cambio y del índice de precios al consumidor.

La proporción del saldo de la deuda pública externa con respecto al PIB salta de 48.8% en 2019 a 58.3% en 2020, no por una mayor contratación de préstamos externos sino por la caída del PIB durante tres años consecutivos, de 2018 a 2020, mientras que el pago de los intereses y amortizaciones a los acreedores externos del sector público pasa, en porcentajes del valor de las exportaciones y el valor neto de la maquila, de 12.1% en 2019 a 12.3% en 2020.

Esos parámetros indican que Nicaragua está exponiéndose al riesgo de ser un país muy endeudado en términos de producción, al superar su deuda pública externa el límite tolerable de 50% del PIB, límite establecido cuando el país recibió la condonación de su deuda pública externa con la Iniciativa para Países Pobres Muy Endeudados (PPME o  HIPC por sus siglas en inglés) y, por otro lado, el pago de dicha deuda, aún no es un factor de preocupación para los inversionistas extranjeros, porque está cercano al límite también tolerable del 10% de la valor de las exportaciones.

En otra ocasión, volveremos a presentarles los continuos cálculos y correcciones del pronóstico económico de Nicaragua.

Anuncio publicitario




El PIB de Nicaragua tiende a caer 5.47% en 2020

19 04 2020

Los economistas decimos que hasta cuando las personas tengan seguridad de que no hay un alto riesgo de contraer el COVID-19, no habrá de nuevo una economía en pleno funcionamiento. Reabrir la economía, reabrir las empresas, dependerá del riesgo de transmisión del virus y de la importancia del sector productivo que se manifiesta en su contribución a la formación del producto interno bruto (PIB) o en el número de personas empleadas.

Sin embargo, la seguridad de la gente se garantizará cuando se produzca la vacuna efectiva contra el virus, pero aun así la normalidad de antes será diferente a la normalidad futura, al mantenerse, por ejemplo, el distanciamiento social, el uso de mascarillas y guantes, y el lavado de las manos con una mayor frecuencia. Si se lograra frenar la propagación del virus en este momento, la reapertura de la economía será muy difícil, porque no hay que subestimar al virus; si lo subestimamos, nos encontrará de nuevo.

A esta fecha, pronosticar la tasa de caída de la producción de un país es un mero ejercicio académico, una simulación cuantitativa basada en supuestos o premisas que podrían romperse en el cortísimo plazo, por ejemplo, si surgiera una segunda ola de contagio del virus en países que ya están aplanando la curva de contagio por COVID-19, o si el virus comenzara a propagarse en zonas rurales. Todos los modelos de pronóstico económico son eso, sólo modelos, como los que usan los virólogos, que cuando obtienes nuevos datos, cambias los modelos, pero en el ámbito económico tenemos un gran déficit de información económica oficial de Nicaragua desde el año de 2019. Por esa restricción informativa, los modelos se formulan en una forma más simple y menos sofisticada.

Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), en 2020 el producto interno bruto (PIB) mundial retrocederá un 3%, lastrado principalmente por el grave descenso en la actividad de Estados Unidos, China y Alemania tras los cierres y restricciones ordenadas para frenar la expansión del COVID-19, pero recuperará lo perdido en 2021, que augura finalizará con un crecimiento del 5.8%.

La economía de Nicaragua, como he señalado en anteriores artículos económicos, depende del comportamiento económico de Estados Unidos, el principal socio comercial, que se transmite por cuatro vías como son la venta de materias primas (exportaciones) producidas en el mercado local, las remesas, el flujo de inversión extranjera directa y la afluencia de turistas al país. El FMI dice que la economía estadounidense caerá 5.907% en este año y crecerá 4.739% el próximo año. También agrega que la economía nicaragüense disminuirá 6% en 2020 y se estancará, 0%, en 2021.

Con esos datos del comportamiento económico de Estados Unidos y Nicaragua presentados por el FMI la semana recién pasada, me sorprendió la existencia de una elasticidad unitaria casi exacta entre la producción de ambos países en 2020, es decir, si el PIB de Estados Unidos cae 5.907%, el PIB de Nicaragua cae 6.0%.

Al estimar un modelo uniecuacional doble logarítmico, o modelo log-log, del PIB de Nicaragua (variable dependiente) sobre el PIB de Estados Unidos (variable independiente), con una muestra de datos anuales correspondiente al período 1994-2019, obtenemos la elasticidad entre ambas variables (en el punto medio de la variable independiente), que es igual a 0.972.

En otras palabras, si el PIB de Estados Unidos cae (o sube) 1%, el PIB de Nicaragua cae (o sube) 0.972%; así, el pronóstico del comportamiento del PIB de Nicaragua en 2020 sería una caída de 5.47%. La ecuación estimada fue log(PIBN) = 2.603 + 0.972*log(PIBUSA), con la corrección de la presencia de autocorrelación y de correlación parcial de los residuos de la regresión.

Si en vez de aplicar el modelo econométrico recurrimos a la aritmética, y usando la misma muestra de datos del período 1994-2019, determinamos que la tasa de crecimiento económico promedio anual de Nicaragua es 3.52% y la de Estados Unidos es 2.47%. Por consiguiente, al dividir 3.52 entre 2.47 obtenemos la elasticidad entre el PIB de Nicaragua y el PIB de Estados Unidos, que es igual a 1.42%. Entonces, si el PIB de Estados Unidos cae 5.907% en este año, el PIB de Nicaragua caería 8.39%.

De los dos modelos económicos, el econométrico y el aritmético, escojo el primero por su rigor científico y consistencia estadística. Nuestro pronóstico es que Nicaragua observará en 2020 una caída de 5.47% en la producción de bienes y servicios. Por lo tanto, caerán el consumo de los hogares, la inversión privada, las exportaciones, las importaciones, el ingreso de recursos externos (remesas, inversión extranjera directa, cooperación oficial y turismo) y el crédito de las instituciones financieras; aumentarán el consumo público debido a la atención a la salud pública, el desempleo y el subempleo; y se congelará una baja tasa de inflación, la cual podría ser un tasa de deflación cercana a 0%, y se mantendrá la tasa de deslizamiento anual de 3% del tipo de cambio oficial. También existe el riesgo del deterioro de las entidades financieras con el aumento de la mora en pago de la deuda de los consumidores y productores, por lo cual será necesario analizar la modificación temporal de la regulación prudencial de los bancos comerciales con el fin de adecuar las condiciones crediticias para enfrentar la crisis, siempre y cuando los deudores lo soliciten y califiquen.

El principal problema de las empresas será el restablecimiento de la logística de la producción. Las empresas y las instituciones públicas y privadas están adaptándose a las nuevas condiciones de trabajo, tales como teletrabajo, videoconferencias, comercio en línea, atención a clientes por la vía virtual, mientras ajustan sus flujos de caja debido a la continua caída de los ingresos. Las empresas están obligadas a reprogramar sus presupuestos, tendrán que rediseñar su organización y su estrategia durante el tiempo que se mantenga la pandemia, y están forzadas a abandonar grandes proyectos y eliminar grandes compras.

En resumen, se deteriorará la perspectiva económica y social del país.

No pretendo establecer un rango de la tasa de caída del PIB de Nicaragua en este año, porque no es una actitud profesional sino escolar, que se deja a los centros de enseñanza que prefieren establecer escenarios que cruzan los ambientes optimista, probable y pesimista. Si estuviese en un salón de clases podría decir que el PIB de Nicaragua tiende a desplomarse en un rango de [5.47%, 8.39%], pero ante las familias, los empresarios y las autoridades gubernamentales prefiero afirmar que el PIB de Nicaragua podría caer 5.47% en este año. Cabe agregar que antes de la crisis sanitaria mundial provocada por COVID-19, Consultores Para el Desarrollo Empresarial (COPADES) había pronosticado una caída de 2.71% del PIB de Nicaragua.





¿Qué heredaremos del COVID-19?

12 04 2020

Las dos últimas crisis financieras mundiales no tienen un parangón, porque la primera fue provocada por los banqueros de Wall Street y la segunda, por un virus. Frente a la primera ocurrida en el bienio 2008-2009, los bancos centrales de las economías avanzadas inundaron los mercados con dinero, pero frente a la segunda observada desde 31 de diciembre de 2019 los bancos centrales muestran una gran impotencia frente a la pandemia mundial.

En 2009, la pequeña y muy abierta economía de Nicaragua fue afectada en la siguiente forma por la recesión económica mundial causada por la quiebra de la banca de inversión de Wall Street: el producto interno bruto (PIB) cayó 3.3%, el desempleo subió 2.7 puntos porcentuales, la tasa de inflación desaceleró de 13.8% en 2008 a 0.9% en 2009, las remesas disminuyeron US$50 millones hasta US$768 millones, el crédito del sistema financiero se redujo 6.3%, el valor de las exportaciones domésticas de bienes FOB bajó 5.5% y el de las importaciones de bienes CIF se desplomó 19.5%, la cooperación externa al sector público reflejó el máximo histórico de US$770 millones en los últimos 26 años, la cooperación externa destinada al sector privado recién impulsada por el préstamo petrolero de Venezuela sumó US$601 millones, el déficit en cuenta corriente de la balanza de pagos igualaba el 8.5% del PIB y el déficit fiscal alcanzó el 3.5% del PIB, y el dólar estadounidense dominaba el 66% del mercado monetario. La economía de Estados Unidos cayó 2.54% en 2009.

Ahora, en 2020, la pregunta que se levanta es cómo el COVID-19 impactará a la economía nicaragüense, sin olvidar que continúa afectándonos otra crisis política interna desde el 18 de abril de 2018. La respuesta a esa pregunta depende en gran parte de cuán golpeada salga la economía de Estados Unidos en su lucha contra el virus, y dudo de que a finales de junio se abrirá la economía estadounidense, mejor dicho, se abrirán las puertas de empresas, escuelas, colegios, universidades, aeropuertos, puertos, restaurantes, conferencias, conciertos, eventos deportivos; en otras palabras, ¿cuándo comenzará a desbloquearse por partes la economía estadounidense? No sabemos.

Sobre la base de las cifras oficiales de la economía de Nicaragua de 2018, que son las últimas disponibles a la fecha, la dependencia del comportamiento de la economía local en función del desempeño económico estadounidense se manifiesta con los siguientes parámetros y variables: el 42% del valor de las exportaciones FOB se destina a Estados Unidos, el 24% del valor de las importaciones de bienes CIF proviene de Estados Unidos, el 55% de las remesas es enviado desde Estados Unidos, y el 19% del total de la inversión extranjera directa bruta acumulada en el período 1991-2018 corresponde a empresas estadounidenses.

Se preveía que en 2020 la economía de Estados Unidos crecería 2.09% (FMI), pero las más recientes previsiones tomando en cuenta el impacto del COVID-19 indican que tiende a ubicarse en -2.6% (JPMorgan), -2.9% (The Economist Intelligence Unit), -3.3% (Fitch) y -5.3% (Credit Suisse). Siempre sobre la base de datos oficiales y tomando en cuenta una muestra de datos correspondientes al período 1994-2019, la elasticidad del PIB Real de Nicaragua con respecto al PIB Real de Estados Unidos es 1.38, es decir, si el volumen de producción de bienes y servicios de Estados Unidos cae (o sube) 1%, el volumen de producción de bienes y servicios de Nicaragua cae (o sube) 1.38%. Por consiguiente, un primer pronóstico preliminar de la caída de la economía de Nicaragua se ubicaría en un rango de entre 5% y 6% en 2020, al tener presente los otros efectos asociados con la crisis política que ha provocado siete trimestres de recesión económica en el país.

No hay que olvidar el sesgo declinante que imprimen las sanciones financieras a la economía de Nicaragua, señaladas tanto en la Nicaraguan Investment Conditionality Act (NICA Act) como en la Global Magnitsky Act, que impiden al Banco Mundial (BM) y al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) facilitar cooperación a Nicaragua, aunque ambas leyes estadounidenses son explícitas en que mantengan, sin restricción alguna, la asistencia humanitaria a Nicaragua, ahora necesaria por la presencia del COVID-19.  El BM y el BID tienen recursos de hasta US$1.2 billones que pondrían a disposición de los países para combatir la pandemia mundial.

Sin embargo, aún no se conoce la intención del Gobierno de Nicaragua de solicitar asistencia humanitaria a dichas instituciones financieras multilaterales, y también al Fondo Monetario Internacional (FMI), organismo que cuenta con dos programas de préstamos, con capacidad de US$50,000 millones, creados después de la crisis financiera mundial de 2008-2009 que no exigen muchas condiciones: una línea de crédito rápida de emergencia, con 0% a países de bajos ingresos para responder a desastres naturales y la epidemia de ébola; el segundo, un instrumento de financiamiento rápido, con 1.5% de interés. Varios países presentaron solicitudes y los préstamos han comenzado a fluir, entre ellos US$143 millones a Honduras.    

¿Cuál será el legado del COVID-19? Para nuestro país preveo una fuerte caída de producción; más desempleo; una menor disponibilidad de recursos externos debido a la reducción drástica de los flujos de remesas y de inversión extranjera directa, la menor cooperación oficial recibida por el sector público destinada principalmente a la inversión en infraestructura económica y social; a fracasos comerciales por el menor valor de las exportaciones, resultante de los menores volúmenes de producción y del colapso de los precios de las materias primas (commodities) dado el desplome de la demanda mundial; y a un creciente déficit fiscal por una mayor atención a la salud de la población, a lo cual seguirá una crisis de deuda pública, tanto externa como interna.

Si los países de economía avanzada serán más pobres y más endeudados, ¿cómo estarán los países de economía de bajos ingresos, como el nuestro? Sin lugar a dudas, el capitalismo tendrá un nuevo aspecto. Todas estas preocupaciones para enfrentar el COVID-19 y su legado se reforzarán cuando se plantee la pregunta de cómo pagarla. El FMI tendrá que cambiar su conducta macroeconómica de condicionar el rescate económico con la austeridad fiscal, porque estaría invitando a protestas y disturbios sociales. Sólo en el más largo plazo posible se podrán pagar las facturas fiscales. Los ajustes se harán en el marco de un nuevo contrato social que anteponga el bienestar de la nación a los intereses de los privilegiados.

Creo que no habrá una economía en pleno funcionamiento hasta que las personas estén seguras de que pueden retornar a las empresas y a las instituciones sin un alto riesgo de contraer el virus. Los economistas deberemos preguntarnos cómo reconstruiremos la economía, a sabiendas que la pandemia mundial no ha provocado una recesión convencional, que sólo requiere un estímulo económico de base amplia. Por consiguiente, los economistas también deberemos preguntarnos en cuál grupo social nos enfocaremos.





La prioridad de corto plazo es la salud pública

5 04 2020

El mundo está girando alrededor de la interrupción de la actividad económica por el distanciamiento social ordenado por las autoridades gubernamentales de países de economía avanzada y en desarrollo, que ya se ha transmitido a países en vías de crecimiento económico. Fitch Ratings estimó que la economía mundial se contraerá 1.9% en 2020.

Las medidas de contención del COVID-19 han obligado a establecer cuarentenas, restricciones en los desplazamientos de la población y el cierre de lugares públicos. Estas medidas han impactado la oferta por las rupturas en la cadena de suministros y el cierre de empresas, y han generado un impacto en la demanda al contraerse los viajes de negocios y turismo, la fractura de los servicios de educación  y entretenimiento. Todo esto desemboca en el sistema financiero con el cese del crédito, que afecta a las empresas y a las familias.

Al 3 de abril de este año, las noticias sobre la severa recesión económica que ya está cruzando Estados Unidos en el segundo trimestre del año en curso son alarmantes. No olvidemos que el país norteamericano es la primera economía mundial y el principal socio comercial de México, Centroamérica y algunas islas del Mar Caribe. A continuación, les ofrecemos algunas estadísticas disponibles al 4 de abril que revelan la crítica situación socioeconómica estadounidense.

300,617 personas han dado positivo por el virus y al menos 8,164 pacientes con el virus han muerto; 9.92 millones de personas se unieron a las listas de desempleo en las últimas dos semanas de marzo; 701,000 puestos de trabajo fueron destruidos en marzo; la tasa de desempleo saltó del 3.5 % en febrero al 4.4 % en marzo; la Fed dejó las tasas de interés entre el 0% y el 0.25%; el Congreso aprobó un paquete de estímulo de US$2.2 billones el 30 de marzo, y representa el 10% del PIB de Estados Unidos; Standard & Poor’s cree que el Producto Interno Bruto (PIB) estadounidense caerá 2.1% en el primer trimestre del año y 12.7% en el segundo; JPMorgan Chase estima que la economía estadounidense caerá 2.6% en 2020; Fitch Ratings indica el PIB de Estados Unidos se contraerá 3.3% en 2020; el jefe de la Fed de Dallas, Robert Kaplan, afirmó que  la economía ya está en una «severa contracción» y pronosticó que el desempleo podría aumentar a entre un 10% y un 15%; y el presidente Donald Trump dijo que la economía es su «segunda prioridad», anteponiendo ahora «salvar vidas».

Como lo señalé en artículos económicos pasados, existen cuatro vías de transmisión del acontecer económico de Estados Unidos sobre la economía de Nicaragua y, por supuesto, de México, el resto de los países centroamericanos y alguna islas del Mar Caribe.

Esas vías de impacto de la recesión económica estadounidense provocada por una recesión atípica -no se puede comparar con la crisis financiera de 2008, porque la ha provocado un virus que ha puesto en grave riesgo la salud pública mundial- son las siguientes:

  • un menor volumen de exportación de materias primas, con menores menores precios y, por lo tanto, un menor valor de las exportaciones nicaragüenses al mercado estadounidense, dada la caída del gasto de consumo de los hogares en Estados Unidos;
  • un menor flujo bruto de inversión extranjera directa de Estados Unidos, ya deteriorado por la crisis política interna imperante desde abril de 2018, dado el creciente riesgo-país ya espoleado por el riesgo político en el mercado nicaragüense y al cual se adicionan los nuevos riesgos económicos y financieros generados por la pandemia en la economía mundial;
  • un menor flujo de remesas que recibirán las familias nicaragüenses, resultante de la destrucción de puestos de trabajo y de la subida abrupta de la tasa de desempleo en el mercado laboral estadounidense; y
  • un menor ingreso de dólares en concepto de turismo, dado el distanciamiento social requerido para frenar la propagación del COVID-19.

De acuerdo con información oficial, el coronavirus se presentó en Nicaragua el miércoles 18 de marzo de 2020, en un momento económico que se caracterizaba por una continua recesión económica observada en el tercer trimestre de 2018, una balanza de pagos favorable debido al desplome de las importaciones, condiciones financieras muy restrictivas a la par de una política monetaria muy contractiva, un presupuesto gubernamental casi equilibrado al mostrar un déficit muy cercano al 0% del PIB, y una estabilidad del tipo de cambio acompañada de expectativas inflacionarias declinantes y “congeladas” por el desplome del precio internacional del petróleo y de los precios de los “commodities” o materias primas.

Históricamente, el PIB Real (o en precios constantes) de Nicaragua siempre ha mostrado una elasticidad casi unitaria con respecto al PIB Real de Estados Unidos. Si el volumen de producción de bienes y servicios estadounidense cae (o sube) un 1%, el volumen de producción de bienes y servicios nicaragüense cae (o sube) 0.97%. Adicionalmente, se tendría que tomar en cuenta la intensidad de la recesión económica que arrastramos desde 2018 y cuya previsión es que se mantenga en 2020. En esta forma, la caída del PIB de Nicaragua se aproximaría a 5% en este año, siempre que el PIB de Estados Unidos experimente una caída anual de entre 3% y 4% en 2020. 

Lo prioritario, reitero, es frenar la propagación del virus, lo cual está en manos de los virólogos, y luego restablecer la producción de las actividades económicas, que equivale a restaurar la confianza entre los empresarios y los trabajadores, o sea, con los consumidores, de que es seguro volver a las empresas.

Ojalá que la actividad económica del país se reanude en el segundo semestre del año en curso, pero se requiere de una excelente disciplina de la población, especialmente en el acatamiento de las disposiciones de los expertos en pandemias, con el respaldo gubernamental, para frenar el avance del virus.

Las economías no son aparatos que se apagan (presionando “off”) y se encienden (presionando “on”). Hemos visto que las empresas se han paralizado en los países de economía avanzada, pero también se comienza a observar en nuestra economía con el cierre de empresas de minería metálica, régimen de zona franca, hoteles, restaurantes, transporte internacional de pasajeros y servicios personales. Volver a prender la economía será muy difícil.

Saldremos pronto de esta crisis de salud pública con más unidad, no solos, pero con la condicionalidad de obedecer la prescripción de nuestro comportamiento dictada por los expertos en pandemia. En estos momentos, la condicionalidad de la estabilidad macroeconómica queda a un lado y, sin duda alguna, la política fiscal debería concentrarse en proteger la vida y el bienestar de los nicaragüenses.