La excesiva dolarización extraoficial que padece la economía de nuestro país –los depósitos en dólares registrados en el sistema financiero nacional representaron el 66.1% de la liquidez global el 31 de diciembre de 2013- provoca efectos adversos sobre la política macroeconómica y la estabilidad financiera debido a (i) la reducción o pérdida de control de la política monetaria, ya que el córdoba sin el apellido “con mantenimiento de valor” apenas domina el 22% del mercado; (ii) la pérdida del control de la política cambiaria, también deteriorada con la proliferación de mecanismos de indexación de precios en córdobas al tipo de cambio que impide al Banco Central de Nicaragua (BCN) reducir el todavía alto índice de sobrevaluación del córdoba; (iii) la pérdida de señoriaje, o sea, la capacidad del Estado para obtener ingresos valiéndose de su derecho a crear dinero; (iv) una probable crisis de liquidez, porque el prestamista de última instancia, el BCN, puede financiar en moneda nacional en el caso de las corridas bancarias, pero no puede proporcionar fondos ilimitados en dólares, por lo cual los depositantes en moneda extranjera son más propensos al pánico; y (v) un aumento del riesgo cambiario por los potenciales descalces en dólares, es decir, la razón financiera activos/pasivos en moneda extranjera en los balances generales de los bancos comerciales.
Por esos problemas, las autoridades han comenzado a pensar en el fortalecimiento de la confianza en el córdoba, que significa dejar de depender del dólar estadounidense en la economía nicaragüense. Es obvio que el Presidente de la República no está obligado a buscar un consenso sobre la recordobización, porque el córdoba, según nuestra ley, es la moneda de curso legal, pero sí está obligado a lograr el consenso político con los agentes económicos, productores y trabajadores, inversionistas y consumidores, sobre cómo hacer la recordobización con el fin de precisar una efectiva movilización social alrededor de este tema.
El Presidente de la República también debe saber que no puede recordobizar la economía nicaragüense con “decretos ejecutivos de aplicación general en materia administrativa” (Artículo 146 de nuestra Carta Magna), porque promovería una mayor informalidad del mercado local economía, y ésta ya es excesiva al registrar el nivel de 79.4% en el tercer trimestre de 2013. A nadie se debe obligar a devolver sus dólares ni a nadie se le debería congelar sus cuentas en dólares, porque la recordobización debe ser voluntaria, es decir, no se deberían poner límites a los depósitos y los préstamos en dólares, ni imponer más impuestos sobre la intermediación en dólares, mucho menos forzar la conversión de dólares a córdobas. En otras palabras, no debe alterarse la libre convertibilidad del córdoba, columna central de la política macroeconómica de nuestro país.
La credibilidad en el córdoba tomará mucho tiempo por su historia de pobre desempeño monetario, cuando registró la cuarta hiperinflación del mundo en el Siglo XX con una duración de cuatro años. Además, los nicaragüenses aún tenemos una corta memoria inflacionaria. Entonces, ¿cómo podrían las autoridades nacionales, especialmente el presidente del Banco Central de Nicaragua, estimular la confianza del público en el córdoba?
Los formuladores de la política macroeconómica gubernamental deben tener en cuenta dos cosas: (1) los riesgos de la fuga de capitales que destruiría el aparato productivo, la desintermediación financiera y la inestabilidad del sistema financiero nacional; y (2) con la estabilidad macroeconómica, tienen que demostrar a los agentes económicos los efectos de la dolarización (i) sobre la volatilidad del tipo de cambio nominal y real, (ii) la administración de la deuda pública interna que se alejaría de la denominación en moneda extranjera y (iii) las normas prudenciales que internalicen los riesgos de la hoja del balance general.
Con la política monetaria se puede lograr una efectiva administración de la liquidez por parte del BCN, que (i) haría más atractivo al córdoba al reducir la volatilidad las tasas de interés activas de corto plazo, que no son fijadas por el mercado; (ii) la emisión de bonos a mediano plazo del BCN, una referencia para las tasas de interés, puede mejorar las señales de la política monetaria y desarrollar una curva de rendimiento; y (iii) el desarrollo de un mercado de divisas, con un nivel adecuado de las reservas internacionales en poder del BCN, garantizaría el acceso fácil a las divisas y disminuiría la necesidad de mantener las divisas por motivos de precaución.
Con la política financiera se podría considerar (i) la imposición de requerimientos de reservas más altos sobre los depósitos en dólares y más bajos para los depósitos en córdobas; (ii) el cobro de una prima de riesgo más alta en los depósitos en dólares que participan en los sistemas de garantía de depósitos; y (iii) la ampliación de la base de reservas obligatorias a las instituciones financieras no bancarias que participan en la intermediación en dólares, tales como compañías de leasing, o para los acreedores sin cobertura. En este escenario, aparece el instrumento estatal del Banco de Fomento a la Producción (PRODUZCAMOS) reformado recientemente.
Con la política cambiaria se introduciría una banda con un tipo de cambio más flexible de dos vías, que desalentaría la dolarización financiera, es decir, disminuiría la proporción de los depósitos en dólares con respecto al saldo total de los depósitos, 72.7% en diciembre de 2013, y la proporción de los préstamos en dólares con respecto al saldo total de la cartera de préstamos, 91.4% en esa misma fecha, lo cual conduciría al desarrollo del financiamiento de cobertura. De acuerdo con la evidencia empírica, en Nicaragua una creciente volatilidad del tipo de cambio disminuye más los depósitos en dólares que los préstamos en dólares.
Con la política fiscal se mantendría un bajo déficit presupuestario sin ningún artificio macroeconómico –como el registro del crédito petrolero venezolano en la deuda privada de Nicaragua-, que reduciría la necesidad de financiamiento externo y la dolarización de los pasivos del Gobierno. Al haber desaparecido la cláusula de mantenimiento de valor, el Ministerio de Hacienda y Crédito Público (MHCP) y el BCN emitirían bonos en córdobas indexados a la tasa de inflación (esta indexación se eliminaría con sumo cuidado posteriormente), con lo cual se fortalecería la desdolarización del presupuesto nacional y se fomentaría el mercado para la emisión de bonos en córdobas.
La Bolsa de Valores de Nicaragua (BVDN) podría ofrecer oportunidades flexibles de inversión alternativa a los crecientes depósitos en dólares del público no bancario en el sistema financiero nacional, que ya rompieron la barrera de los 3 millardos de dólares en marzo de 2014 y, consecuentemente, apoyaría la demanda de instrumentos de largo plazo en córdobas.
Por supuesto que un paso previo a la implementación de las políticas de mercado para la recordobización de la economía es la eliminación de todos los mecanismos de indexación de precios en córdobas al tipo de cambio y, obviamente, se necesitará la construcción de la credibilidad monetaria a través de reformas institucionales y, principalmente, del fortalecimiento de la capacidad técnica y financiera del BCN.
Entonces, ¿cuáles son los objetivos de un proceso de recordobización? En mi opinión, el Gobierno de Nicaragua, con su denominada desdolarización de la economía, pretende lograr tres objetivos de largo plazo: (i) restablecer una efectiva política monetaria, que sea coherente y ojalá que también sea independiente; (ii) restablecer una política cambiaria eficaz para reducir el grave déficit comercial externo que fue igual a 20.7% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2013; y (iii) establecer las condiciones requeridas para emprender la reducción del índice de la sobrevaluación del córdoba en el largo plazo, que en 2013 registró el nivel de 20.9%, según la firma Consultores Para el Desarrollo Empresarial (COPADES) dirigida por este servidor.