Creí que el diputado Eduardo Montealegre era sólo un aprendiz de política, pero con sus recientes declaraciones sobre el problema de las alzas de los precios de las gasolinas en el mercado local también creo que es un aprendiz de economía.
Este diputado aún no sabe discernir entre regular y controlar en materia económica, aunque presumo que debió haber aprendido algo sobre el fortalecimiento de la capacidad estatal para regular al mercado, cuando fungió como ministro del Tesoro de nuestro país en el gobierno del Ing. Enrique Bolaños. Parece que también ignora que la quiebra de la banca de inversión de Wall Street en septiembre de 2008 ocurrió por los abusos cometidos por los banqueros ante la falta de regulación estatal facilitada por el Consenso de Washington, lo que llevó al mundo a una recesión económica y que en 2013 no hemos salido de ella.
El diputado repite el estribillo de los Principios de Economía que los precios bajan por oferta y demanda, pero ha callado, calla y callará siempre cuando las tasas de interés suben a pesar que el sistema financiero nacional está inundado de liquidez, es decir, que existe una excesiva oferta de recursos financieros en la banca comercial que provocaría una baja en el costo del dinero. Y él, como banquero, sabe muy bien que la tasa de interés pagada por los prestatarios no la fija el mercado sino un pequeño número de empresarios. Sólo en teoría existe la competencia perfecta, pero el diputado parece ignorar que el mercado de combustibles, como el mercado financiero, es oligopólico.
El aprendiz de economía propone que la única manera de bajar los precios de los combustibles es “subsidiando” – que lástima que olvidara pronto las clases de economía que le diera el Fondo Monetario Internacional cuando guardaba el Tesoro de la Nación-. Ojalá que el diputado y banquero comience a investigar en qué consiste el Sistema Precios Paridad Importación (PPI), aplicado en economías de libre mercado para determinar equitativamente los precios de bienes importado estratégicos, en el que cualquier fórmula estimada por el sector privado y el gobierno deberá respetar las variables fundamento del mercado internacional y del mercado nacional, tal como se aplican actualmente dos fórmulas para regular y no fijar, mucho menos congelar, los precios de la energía eléctrica y del gas propano en nuestro país.
La sugerencia de este aprendiz de política y de economía a los ministros de Estado de “meter la plata (de Venezuela) al Presupuesto de la República como manda la ley” sería válida si él metiese al presupuesto nacional toda la plata que nos sacó inapropiadamente de los bolsillos en 2003 con su “reingeniería financiera” para reestructurar la deuda pública interna por las liquidaciones de cuatro bancos comerciales –en su carácter de ministro del Tesoro de la Nación- y por las subastas de los activos de esos bancos liquidados que se realizaron en el Banco Central de Nicaragua –en su carácter de miembro del Consejo Directivo de la autoridad monetaria del país-, por lo cual fue acusado por la Fiscalía General de la República y que ha evadido con el mal uso de la inmunidad de su cargo de diputado.
Sólo me resta decir que si un alumno de mis cursos de macroeconomía, finanzas públicas y finanzas internacionales en los programas de maestría que imparto en distintas universidades del país me presentara la solución sugerida por el diputado Eduardo Montealegre sobre el problema nacional de los precios de los combustibles, no aprobaría el curso.