La defensa psicológica de Montealegre

3 04 2012

En esta Semana Santa conversé con una distinguida psicóloga de origen centroamericano, quien me ha pedido no escribir su nombre, una solicitud que respetaré, y me preguntó si había desistido de mis demandas a Eduardo Montealegre ahora en el gobierno del presidente reelecto Daniel Ortega.

Le contesté que el honor siempre se defiende y que el diputado querellado ya debió haber aprendido que él no imparte justicia, que sus acusaciones contra mí debe demostrarlas en un juzgado, que también debe respetar a las personas, a las instituciones y a las leyes y, además, él sabe que tiene dos juicios pendientes con la Justicia por haberme difamado y adjudicado un delito que nunca he cometido, que él escribió en el diario La Prensa publicado el 31 de julio de 2008 al afirmar que yo soy uno de los más conocidos que quebraron el Banco del Café.

Agregué que las solicitudes de dos jueces para desaforar al diputado querellado Eduardo Montealegre por injurias y calumnias ya están en la agenda de la Asamblea Nacional de este año, mediante mi petición a la Primera Secretaria de la Junta Directiva, Lic. Alba Azucena Palacios Benavides, y espero que la Junta Directiva las incorporen pronto en el orden del día, sin olvidar que durante 3 años y 7 meses este diputado querellado ha hecho mal uso de la inmunidad que le confiere su cargo público con el fin de no retractarse tal como lo manda la ley ni compensar los daños morales y económicos que ha provocado a mi familia, alargando así la fila de los impunes de nuestro país.

La psicóloga también me preguntó sobre mi reacción a otras tres afirmaciones públicas que hizo Montealegre sobre mí en mayo de 2010: (i) que yo debo explicar a la población mis declaraciones de impuestos, (ii) que él sabe que yo entro y salgo como perro por su casa de la Secretaría del FSLN y (iii) que yo aprobé créditos del Banco del Café a partes relacionadas en forma irregular.

Le respondí que esas tres afirmaciones ofensivas de Montealegre me obligaron a ripostarle públicamente que él trataba de atribuirme actos ilícitos e irresponsables que él había cometido a luz pública, una rara forma de defensa de una persona que yo consideré inteligente, serio y capaz.

Mi amiga psicóloga me aclaró que con esos insultos el ahora diputado constitucional usó un  mecanismo de defensa llamado proyección, debido al conflicto emocional que le provoca la querella. Con esa defensa psíquica, me dijo la experta en estos asuntos, el diputado querellado “proyectó” hacia mí sus pensamientos y sentimientos inaceptables para él, que no los acepta como propios porque le angustian o lo inquietan, y así logró poner afuera esas amenazas que lo conturban.

Ese mecanismo de defensa, que no lo conocía en términos científicos rigurosos, lo había percibido el 11 de mayo de 2010, cuando Montealegre, que siempre llama “payasadas” a mis acusaciones, quiso “transferirme” algunos de sus actos irresponsables y muy reñidos con la moral, la ética, la probidad y las leyes. Cuáles actos, me preguntó la psicóloga.

Contesté que Montealegre tiene pendiente en la Dirección General de Ingresos (DGI) sus  declaraciones de ingresos millonarios tanto por la venta de su casa de habitación a una representación diplomática acreditada en nuestro país como por la venta “simulada” al crédito de sus 9 mil 78 acciones en LAFISE BANCENTRO a la empresa panameña Commercial View Corporation el 20 de abril de 2002, y sobre esto último admitió públicamente que no le han terminado de cancelar los pagarés, y mientras eso no suceda recibirá dividendos provenientes del BANCENTRO. Como él no ha pagado sus impuestos, dijo que yo “demuestre mi declaración de impuesto sobre un ingreso de 1 millón de dólares”. Tendrá que demostrarme ese ingreso, que supongo es similar al monto en que vendió su casa de habitación, por haberlo escuchado de un ex director de la DGI.

Agregué que Montealegre, al haber sido descubierto, presentó sus disculpas a sus aliados políticos por no informarles oportunamente de su reunión secreta con el presidente Daniel Ortega en la Secretaría del Frente Sandinista de Liberación Nacional durante la noche del 10 de abril de 2010. Con su ofensa que yo “entro y salgo como perro por su casa de la Secretaría del Frente Sandinista” “proyectó” totalmente su impulso de reunirse con el presidente Ortega, a quien no he visto ni he hablado personalmente desde mediados de 1985.

Le dije también que el banquero Eduardo Montealegre con la proyección de su práctica bancaria de conceder créditos irregulares a “partes relacionadas”, es decir a accionistas y directores de un banco, hacia mí, intentó de nuevo difamarme al endosarme su mala imagen por los créditos masivos relacionados con el Matadero Amerrisque (del cual él y sus socios de BANCENTRO eran dueños), los cuales si se hubiesen clasificado conforme la ley hubiera puesto en graves aprietos financieros a esa entidad bancaria, pero Montealegre gozó de la protección del superintendente de bancos de esa época, Noel Sacasa, quien huyó del país por los casos de las liquidaciones de cuatro bancos ocurridas en 2000 y 2001. Los nicaragüenses saben que yo me presenté voluntariamente a la Fiscalía General de la República para que me investigara de la acusación gratuita de ser quiebra banco escrita por Montealegre en el diario La Prensa, y la entidad estatal resolvió que yo no tuve ninguna responsabilidad en el cierre del Banco del Café.

Con mi amiga psicóloga aprendí que todos utilizamos, en diferente grado, mecanismos de defensa que pueden ser útiles para protegernos de la experiencia consciente desagradable, pero Eduardo Montealegre recurre con mucha frecuencia a ese mecanismo de defensa no razonado, la proyección, para reducir su estrés, evitar o escapar de sus frustraciones y amenazas, y poder funcionar normalmente, lo cual es un grave defecto en política. Es una técnica de su inconsciente con la cual él proyecta sus ideas dolorosas hacia otras personas para sentir que son ajenas a él, que no tienen nada que ver con él. Con ese mecanismo de defensa de su ego, Montealegre alivia su ansiedad, pero lo hace negando, interpretando mal o distorsionando la realidad.

Concluyó mi amiga psicóloga que Eduardo Montealegre experimenta hostilidad hacia los demás, pero cree ver en éstos la hostilidad y el odio hacia él, porque su ego no funciona bien al experimentar la ansiedad de realidad, que es el temor que surge ante la amenaza o los peligros reales, los cuales son mayores con la acusación que le hizo la Fiscalía General de la República por sus acciones inapropiadas en la reestructuración de la deuda pública interna por las liquidaciones bancarias antes mencionadas y las subastas de los activos de esos bancos liquidados que se realizaron en el Banco Central de Nicaragua.

Me despedí de la psicóloga diciéndole que Montealegre es soberbio, prepotente, amoral, mentiroso y violador de los derechos humanos. Puso, según él, una lápida a mi demanda, a sabiendas que un mandato judicial incumplido nunca expira, y siempre lo he enviado a releer su grave acusación a mi persona porque, supuestamente, no entiende lo que escribe.


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