La Cámara de Representantes de Estados Unidos, dominada por la oposición republicana, rechazó el sábado 30 de julio un plan de los demócratas del Senado para elevar el techo de la deuda. El líder de la mayoría del Partido Demócrata en el Senado, Harry Reid, intentó atraer los votos de la derecha y para ello incluyó medidas sugeridas por el jefe republicano del Senado, Mitch McConnell. Con esta votación los republicanos de la cámara baja respondieron al rechazo del viernes 29 de julio por el Senado al plan republicano.
El grupo Tea Party, ala radical del Partido Republicano, integrado por unos 80 legisladores elegidos en noviembre, se niega a ceder terreno en cuanto a elevar impuestos a los más ricos y en cambio insisten en masivas reducciones del gasto público.
Una combinación de guerras, reducción de impuestos y la crisis de 2008 -todo ello, bajo la presidencia de George W. Bush- figuran entre los principales factores que llevaron a Estados Unidos a semejante deuda.
Pero las responsabilidades son compartidas. En enero de 2009, cuando el presidente Barack Obama asumió el poder, la deuda estadounidense era de 10.6 billones de dólares (o sea 10.6 millones de millones de dólares). Dos años después, bajo su gestión, llegó al techo histórico de 14,3 billones (o sea, 14.3 millones de millones de dólares). Simplemente, una deuda insostenible.
La crisis de la deuda pública estadounidense está dejando heridas en lo político y abriendo serios interrogantes en lo económico, con pronósticos que van desde el «trauma» por una degradación de la calificación crediticia, hasta las «muy serias consecuencias financieras» en Estados Unidos y el mundo.
El influyente New York Times sentenció en un editorial que «No es el crédito, sino la credibilidad norteamericana la que está en juego.
Moises Naim, un investigador del Carnegie Endowment for International Peace sintetizó: «Si algo se comprendió ya es lo frágil de la situación».
Darrel West, experto en cuestiones de gobernabilidad en la Brookings Institution, señala: «Cuando se hace evidente que el sistema se muestra incapaz de solucionar un problema vital, bien se puede pensar que está quebrado. Pero eso no significa que el daño no pueda repararse.»
El profesor Paul Krugman dice que “el culto al equilibrio ha desempeñado una función importante a la hora de llevarnos al borde del desastre. Porque, si la información sobre discusiones políticas siempre parte de la base de que ambas partes son culpables, no se castiga el extremismo. Los votantes no le castigarán a uno por su atroz comportamiento si todo lo que escuchan es que ambas partes son culpables.” Y concluye el profesor Krugman “que muchos expertos consideran que el hecho de situarse en medio del espectro político es una virtud en sí mismo. Yo no. La sabiduría no se encuentra necesariamente en el punto medio y yo quiero que los dirigentes hagan lo correcto, no lo que sea centrista.”
Ben Bernanke, presidente de la Fed, alertó de las consecuencias catastróficas por no elevarse el techo de la deuda a tiempo, dijo que no podía estar ni un minuto sin el efectivo necesario para poder pagar las facturas, y trató deser muy cuidadoso con la independencia de la institución y distanciarse de disputas políticas. Para evitar una fuga de inversionistas financieros, Bernanke tendría que subir las tasas de interés, con el consiguiente coste económico. Una posibilidad es que la Reserva compre Bonos del Tesoro e inyecte a la vez liquidez en el sistema para que no se resienta la actividad económica, pero no puede adquirir los bonos directamente del Tesoro y deberá tener presente que se le puede desbocar la inflación.
Hay poco espacio en el Congreso para la moderación. El Tea Party se enancó sobre los republicanos con la promesa absoluta de «limpiar Washington», acabar con la clase política tradicional y devolver el protagonismo al pueblo, como una romántica reedición de la revolución fundacional norteamericana.
Con el lema de «no subir los impuestos ni un centavo si no se baja el gasto», el Tea Party tiene tal fuerza que ya logró acorralar a las figuras más moderadas, como muestra el débil liderazgo que ya tiene el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner.
El liderazgo del presidente Barack Obama ha sido percibido como «demasiado blando y dispuesto a hacer concesiones por propio y extraños». Su aprobación acaba de caer al piso inédito del 41%, de acuerdo con una encuesta del reconocido Instituto Pew.
En contra del consejo del ex presidente Bill Clinton, la Casa Blanca rechazó la posibilidad de que el mandatario resuelva la crisis por decreto. «No está en consideración la posibilidad de apelar» al recurso de la acción directa presidencial que contempla la enmienda número 14, dijo el vocero de la Casa Blanca, Jay Carney.
La conducción de esta crisis por la solicitud de aumentar el techo de deuda de la primera economía del mundo, cargada de ideología y de intereses a corto plazo, ha dejado al descubierto el peligro de la ingobernabilidad o de la disfuncionalidad del sistema político estadounidense.
Unos números.
Estados Unidos tiene la máxima nota crediticia de triple A desde 1941.
El techo de la deuda se ha elevado en 78 ocasiones desde 1960, incluyendo 18 bajo los mandatos de Ronald Reagan; 7, con George W. Bush, y 3, con Barack Obama.
La deuda pública de Estados Unidos es de US$14.54 billones (o 14.54 millones de millones de dólares) y superará el tamaño de la economía estadounidense este año por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, al alcanzar el 102% del Producto Interno Bruto (PIB).
Cada 22.3 segundos la deuda aumenta en 1 millón de dólares.
El 5% de la deuda se llegaría a cubrir si se hubieran gastado 1 millón de dólares diarios desde el nacimiento de Cristo
El PIB de Estados Unidos es de US$14.8 billones (14.8 millones de millones de dólares), la mayor economía del mundo.
La población de Estados Unidos es de 311.8 millones de habitantes.
La deuda por habitante es de US$46,662.
La deuda por contribuyente es de US$130,115.
Las mayores partidas del presupuesto federal de Estados Unidos son (en millones de dólares):
Medicare/Medicaid 823,467
Seguridad social 715,946
Defensa/Guerras 702,221
Gastos sociales 421,328
Intereses netos de la deuda 213,096
Jubilaciones 213,080
El déficit público de Estados Unidos en 2011 equivale al 11% de su PIB.
En un escenario de default, estarían en riesgo los más de 80 millones de cheques que salen mensualmente desde el Tesoro para pagar a veteranos, jubilados y a los que se benefician de la sanidad pública.
JP Morgan estima el impacto de la pérdida de AAA en 100 mil millones de dólares anuales para el contribuyente estadounidense. Eso se deduce de un incremento del coste de pedir prestado de hasta 75 puntos básicos, con lo que el dinero público irá a pagar intereses y tendrá que retirarse de otras partidas. El efecto a corto plazo sería menor, de 10 puntos básicos.